Aumento de la basura que se tira en la región

Concejal Gastón Crespo
De las casi 930 toneladas diarias de residuos sólidos urbanos (RSU) que se generan en la Región Capital, en promedio, unas 770 se producen en La Plata. Estos terminan en el centro de disposición final que la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) tiene en Punta Lara (Ensenada).
Así se desprende de los registros de la Ceamse de junio de 2016 (últimos datos disponibles) y representan un incremento del 32% con respecto al mismo período del año 2015, cuando 582 toneladas eran destinadas cada día a Ensenada.
Con el temple que da el conocimiento, Ramiro Sarandón, ecólogo e impulsor del Plan de Gestión Integral de los Residuos Sólidos Urbanos para la Región Capital, inscribió el caso platense en lo que denominó la “contracara de la sociedad de consumo”, y también, en la “ineficiencia” del servicio de recolección que presta la empresa Esur.
“Hace casi un siglo se producía el 50% menos de basura de la que generamos ahora, pero de pronto aparece esta lógica del mercado que basa la felicidad en el consumo espurio (como cambiar el celular o la computadora por un modelo nuevo, aunque el aparato que tenemos siga funcionando) y va a contra mano de la disminución de los residuos”, aseguró a diario Hoy.
En el siglo pasado, la incineración o el entierro doméstico de desperdicios en edificios e industrias y los basurales a cielo abierto proliferaban. Entonces, los rellenos sanitarios como los de Villa Domínico (ya cerrado), González Catán, Camino del Buen Ayre y el de Ensenada, creados hace 39 años, fueron la alternativa. 
Hace más de una década, la Suprema Corte Bonaerense hizo lugar al reclamo de ambientalistas y ordenó el cierre del predio próximo al arroyo El Gato, lo que obligó a la Ceamse a planificar una Planta de 
Tratamiento Mecánico Biológico que, según prometen las autoridades, estará lista entre fines de este año y comienzos del próximo. El cambio, aseguran, será radical: donde se enterraba basura, habrá procesamiento, separación y, de ser posible, reciclado. 
Una transición compleja, pero saludable
El tratamiento que los residuos de la región comenzarán a recibir en los próximos meses es algo en lo que Sarandón y su equipo de investigadores de la UNLP trabajan hace ya varios años. Impulsor del Plan de Gestión Integral para la región, el Doctor en Ciencias Naturales propuso, entre otras cuestiones, la instalación de 15 Centros de Recuperación Urbana Municipal (CRUM) para el manejo de los residuos recuperables (bolsa verde) y una Estación de Transferencia que facilite el transporte de los restantes RSU (bolsa negra) a un Centro Integral de Tratamiento y Disposición Final (Citdf), similar a la demorada Planta de reciclado de 
Ensenada. El costo total de esas obras rondaría los $115 millones, con similares costos operativos a los de un modelo tradicional, pero con menor desembolso en transporte, beneficios por venta de residuos reciclados, menores impactos ambientales y la generación de unos 500 empleos directos “para los recuperadores, cuyo trabajo redunda en una mejor calidad de vida para todos”, afirmó Sarandón.
Si aun así, la búsqueda de un ideal saludable no convence a los oídos de la eficiencia capitalista, habrá que oponer el búmeran económico: el presupuesto municipal 2017 cuenta con $1.308 millones para tareas como la recolección de residuos y el costo de llevar RSU al Ceamse insumiría $30 millones anuales. El reciclado podría generar $29 millones anuales.
La transición de un sistema a otro -del relleno sanitario al reciclado- será “compleja, porque demanda un cambio tecnológico, cultural y económico”, reconoció Sarandón, pero ese precio no será “nada” comparado con los costos de la contaminación sobre la salud, explicó.
La importancia de las 3R
Un pasivo ambiental imperceptible. Un foco de contaminación que viaja por el aire, el suelo o se hunde en el agua. Una lenta agonía que compromete a quienes contaminan hoy y a quienes vivirán mañana. Para Sarandón, los rellenos sanitarios “cumplieron” su ciclo y, por eso, la hora demanda “la reducción de los residuos que acompañan al objeto que consumimos, reutilizándolos o reciclándolos”, advirtió.
Las denominadas 3R: Reducir (el volumen de RSU generados), Recuperar (materiales valiosos como metales, vidrio o papel) y Reciclar (plásticos, papel y cartón). En ellas descansa la Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (Girsu), sustentada en normativas como la Ley Nacional nº 25.916, la Ley Provincial nº 13.592 o la ordenanza municipal nº 10.661.
En este camino, la recolección que hoy realiza Esur atentaría contra esas 3R. “La actual cultura de la bolsa hace que el vecino se olvide del destino final de lo que tira y, si encima se toma el trabajo de hacer la separación en origen en las bolsas verdes pero luego ve que se vuelca todo en un mismo camión, se desmoraliza”, aseguró 
Sarandón e insistió en modificar esta estrategia por otra que implique “circuitos de recolección diferenciados en horarios y destinos, con contenedores de distintos colores y, sobre todo, fortaleciendo el trabajo de las cooperativas”.
Esur: millones, y basura bajo la alfombra  
La empresa recibió el año pasado unos $600 millones por el servicio de recolección. Mientras, en distintos barrios denuncian la acumulación de residuos a cielo abierto.
Mucha basura y un millo­nario negocio que se remonta a los tiempos de la Dictadura Militar se esconden tras la recolección de residuos que, a través de los distintos gobiernos, monopolizó la empresa Esur.
Los $600 millones que recibió el último año del bolsillo de todos los platenses o los casi $500 millones que la Comuna desembolsará solo en el primer semestre de 2017 conviven con postales del siglo pasado: desde ramas y bolsas de basura acumuladas, hasta escombros y restos de comida que se pudren en improvisados depósitos a cielo abierto.
El paisaje, que se repite tanto en el Casco Urbano como en el barrio más retirado de La Plata fue reflejado esta semana por el concejal del GEN, Gastón Crespo, al presentar su mapa online de basurales “ilegales”.
A través de esa plataforma web, el edil recibe las quejas, geolocalizadas e ilustradas con fotos, de vecinos de toda la ciudad, aunque las situaciones más preocupantes se nuclean en Tolosa, Ringuelet, Hernández, San Carlos, Los Hornos, Altos de San Lorenzo, Arana y Villa Elvira.
Para Crespo, “muchos de los basurales se generan porque la empresa de recolección Esur ha dejado de pasar”.
En un sentido similar, el doctor en Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata, Ramiro Sarandón, evaluó que “es evidente la carencia de un servicio de recolección efectivo y eficiente”, pero también criticó la “cultura” de arrojar los residuos “en cualquier esquina hasta que los lleven”, señaló. Ese cóctel, dijo, “atenta contra una buena gestión, porque entre esos basurales es imposible diferenciar lo recuperable de lo que no lo es, sin dejar de mencionar que son focos infecciosos que alientan la propagación de ratas y alimañas”.
Según especialistas de la UNLP, de las 770 toneladas diarias de de­sechos que, en promedio, se generan en La Plata (ver página 11), el 48,6% son orgánicos, el 17,8% papel o cartón, el 15,5% plásticos, el 3,1% vidrios y el 2,2% metales. Aunque, como advirtió Sarandón, podrían ser más, si se tienen en cuenta los circuitos informales de la basura que se acumula a cielo abierto y es recogida por “carreros o acopiadores, sin que sepamos dónde termina”, sostuvo.
La estrecha relación que Esur y la Comuna mantuvieron durante varias décadas podría terminar en junio próximo, fecha límite de la extensión del contrato que el año pasado firmó el intendente Julio Garro. La nueva licitación abrirá las negociaciones para discutir un sistema que deberá ser “más moderno, ecológico y económico, pero distribuido por zonas, para evitar el monopolio y no ser rehenes de una sola empresa”, concluyó Crespo.