Foto- El Editor Platense |
Pareciera ser que ocupar el cargo de
Administrador Comunal se trata de una tarea sencilla y realmente no lo es si se
tiene en cuenta varios factores que rondan alrededor de una sola persona que
opera desprotegida desde la administración que le toca ocupar.
No es el caso de Garro puntualmente, ningún
Partido ni frente político está a favor de que el vecino pueda elegir a los
delegados. A ningún intendente, funcionario, chupa culo, o garrapata política
le interesa que una persona que deja su vida al servicio de la gente asuma un
protagonismo mayor del que puedan conducir desde un sillón a varios kilómetros.
Es por ello, que el delegado administra
pobreza. No cuenta con recursos extraordinarios más allá de una caja chica,
alguna que otra maquinaria vieja y cientos de cooperativistas descentralizados
que pululan por los barrios en muchos casos haciendo la caminata lunar antes de
atender sus tareas. Por supuesto, todos muy mal pagos. Mano de obra pobre y
barata son los elegidos.
En muchas delegaciones aparece el rol del
sub delegado, figura ficticia sin sustento legal porque la ley orgánica no lo
tiene previsto. En todo caso es un socio político, cercano o lejano del que
lleva las riendas y que jugará un rol secundario. Queda claro que es una nueva
figura puesta a dedo sin mayores capacidades de ser parte de una gestión.
Las delegaciones no tienen un equipo de
profesionales o personas probas en las distintas disciplinas que pueden abarcar
a una región como podría ser en cultura, educación, deportes, tercera edad,
instituciones, etc, etc, etc.
Se maneja todo de forma descentralizada.
Hasta las cooperativas que operan en la región pueden no tener mayor relación
con el delegado más allá de cruzarse en algún tema puntual como podría ser la gestión
de herramientas, ropa, calzados, tanza o nafta y alguna que otra charla
respecto a necesidades puntuales, pero operan con total libertad. Todas
dependen de la Dirección de Cooperativas, no de la Delegación Comunal.
De todas formas, en su gran mayoría el cooperativista
es el que mayor trabajo realizan en las localidades y también es sabido las disputas entre éstos y los municipales, que a pesar de compartir espacios y tareas se diferencian entre ellos generando en algunos casos cruces y rencores, que siempre terminan en la mediación por parte del delegado para poder generar un grato ámbito laboral que no siempre es el mejor.
Ahora bien,
no todo corre por los carriles normales que cualquier vecino de bien puede
suponer que cuando alguien no le gusta algo o reclama por alguna que otra razón
en la delegación se hace de manera cordial.
No es de sorprender las amenazas que sufren
a diario los delegados. Insultos. Hay intentos de agresiones y consumadas
también. Sin red, sin protección. Son el último bastión de la gestión y están
indefensos. Una nueva agresión al delegado de Villa Elvira que dos por tres es
cacheteado en su despacho y que también, tiempo atrás, mandó al hospital a un “sub”
delegado.
Se ha tornado cosa de guapos estar a cargo
de Villa Elvira. Es producto de la omisión por parte del Ejecutivo a los altos
índices de violencia que se han vivido en 7 y 82, porque a ésta altura no hace
falta pensar mucho que ser el administrador comunal es ser carne de cañón. Quizás
algunos viejos delegados se pueden estar golpeando el pecho que no tuvieron
éste tipo de incidentes pero habría que ver cuántos contratos entregaron para
que la cosa funcione.
A esta altura de los acontecimientos el
Intendente debería intervenir la Delegación, convocar a los máximos referentes
sociales, políticos, presidentes de instituciones de la zona, y aunar criterios
para tener una administración armoniosa poniendo lo que hay que poner porque el
vecino de Villa Elvira no se merece la gestión que tiene.