Bases para la educación. Todos somos claves


 #Claudia Figini. Especialista en Educación, Políticas Públicas y Derechos.

Hoy por hoy el colapso que vive nuestro país tiene sus cepas en una sociedad que nunca se soñó como un pueblo soberano, sumando a esto la blandura del legado que cada gobierno fue dejando en el tema educativo, aparte de la apatía colectiva que todos los actores muestran incumpliendo acuerdos políticos y sociales. Una Argentina que no tiene un plan en ninguno de los temas centrales. Llámese educación, prevención, capacitación y trabajo. Donde cada candidato que llega al poder con un lanzallamas borra toda política pública anterior, como una resistencia constante a no querer un país con identidad y proyectos.
   Entonces, la crisis que atravesamos actualmente como pueblo es orgánica, es indivisible. Consecuentemente debemos coincidir en que tanto la pobreza como la desocupación afectan la educación. Estos factores unidos a muchas otras causas  provocan incertidumbre ciudadana, las violaciones a la ley por parte de su sociedad, la violencia, la intolerancia están a la orden del día, y por consiguiente, las escuelas no están por fuera de este proceso. Todos estos son síntomas de un profundo desorden en la sociedad.
   Hay que rumiar la idea de que todos somos actores  en una sociedad y que si codiciamos un cambio en la educación no se puede dejar afuera a las familias, a la comunidad, a los clubes y a la política.
   No podemos pensar que la escuela pública se arma como un puzzle, y que cada cuatro años perdemos una pieza del rompecabezas porque siempre las estamos moviendo con el nuevo gobernante. La educación debe ser un proyecto serio que nos incluya a todos. Ya que todos somos el Estado. Y no podemos esperar todo de él. Pues cuanto más esperamos del Estado y sentimos que nuestra existencia depende de esa superioridad, más nos apartamos de una política de lo común, de lo que sucede en el barrio.
   Debemos ser conscientes de la necesidad de restituirle a la escuela su función pedagógica y que abandone la función asistencial. La escuela es promoción. No asistencia. Para lo cual es condición que los chicos y chicas puedan participar de una mesa familiar donde la comida sea sustentada por el salario regular del empleo de sus madres y padres. Quienes aún creemos en la responsabilidad adulta de educar, defendemos medidas de tipo preventivo-pedagógico, tales como programas de capacitación docentes, estrategias frente al fracaso escolar, desarrollo comunitario, inclusión, presentismo, etc.
  La educación para el trabajo, es la salida, y tiene importancia capital porque dignifica, honra. Vincula a los niños, niñas y jóvenes con la posibilidad de generar lo nuevo, de evolucionar, de cambiar la situación presente.
   Para culminar es necesario un plan educativo serio con bases generales para la formación física, moral e intelectual del pueblo sobre la plataforma de los principios fundamentales de la doctrina nacional. Que tenga como finalidad suprema la participación del pueblo y la grandeza de la nación mediante la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, armonizando los valores espirituales y los derechos del individuo con los derechos de la sociedad. 

   Y este objetivo solo tendrá lugar si se vinculan docencia –programas de estudios- función de la escuela- legislación- capacitación- participación comunitaria – políticas educativas claras y zonales. Que sean un verdadero proyecto a largo plazo y sostenido más allá de quien gobierne y con todos los actores adentro.
 La educación es un derecho que debemos garantizar los adultos buscando un educación emancipadora, capaz de innovar la realidad desde la reflexión, el dialogo y el pensamiento crítico, y desde la capacidad de investigar, debatir, discernir, imaginar, jugar y accionar por otro país posible basado, como ya dijimos, en un proyecto a largo plazo.