Los tiempos pasan. Hace algunos años comías
a los apurones, esperabas las doce para brindar con la familia y enfilabas para
encontrarte con los amigos con una sidra debajo del brazo. Abrazos, quizás
algún llanto efusivo y el perdón de aquellos con los cuales estuviste
distanciado durante todo el año.
La juventud, divino tesoro que nunca va a
pasar pero lamentablemente los años pasan. Aquellos días felices de libertad y
de incomprensión quizás te encuentren del otro lado. Sin comprender que ha
pasado que durante tanto tiempo no esperas que te encuentre con algunos kilos
de más, hijos y un familia a cargo.
Atrás quedaron esas caminatas hasta el
boliche, se iba a pie porque en las fiestas pocos servicios de taxi y remis se
encontraban disponibles y encontrar un micro era una tarea más que difícil.
Hoy te levantaste y leíste en el encabezado
de tu página de noticias que alrededor de 800 pibes organizaron una fiesta
privada, a cielo abierto, en 10 y 62, que hubo tiros de bala de goma,
motochorros que afanaban sin parar, que la fiesta se hizo con mal gusto cerca
de la Clínica del Niño, y que tu pibe podría haber estado ahí.
Saltaste sobresaltado, enfililaste hasta la
pieza de del púber y lo encontraste felizmente durmiendo en su cama con una paz
admirable. Claro, te quedaste preocupado porque tomó un poco de más en la
comida y se levantó con un quédate tranqui viejo, yo sé cuidarme.
¿Pero cómo se va a cuidar si anda por la
calle y la fiesta la hace cualquiera?. Antes se iba derecho a Metrópolis,
Teatro, El Garage, Macondo, Wendy, Centro de Bahía, Río, Chubut, El
Ayuntamiento, Bricks, JL, Juana, Recordando, Tihuen, o cualquier otro lugar
donde te garantice la fiesta de Navidad a una edad plena.
Qué pasa con tu hijo que no sale a boliches
como en tu época dónde había seguridad, el de la barra te paraba la mano si
tomabas mucho, había códigos, normas, y si hasta volaba alguna mano te sacaba
el patova que estaba más cerca, en un reflejo instantáneo entre las minitas y
mirarse los bíceps, para mostrarse como un supermacho que arroja un paquete por
la puerta.
Por qué el pibe va a una fiesta sin
control, donde cada uno hace la suya pero que convoca 800 chicos en las calles.
Dónde eligieron esas 800 almas encontrase antes que una discoteca que los
contenga. Qué sencilla razón motivó a casi mil pibes a convocarse en una
esquina para festejar la noche buena, y en tantos otros lugares aleatorios, por
sobre una discoteca habilitada con seguridad para el espectador.
Sentado en la cama, con la resaca del día
anterior, entre una charla de padre a hijo, con mate de por medio, te pueda
explicar que no existen tantas opciones para el bolsillo. Que si estaban
aquellos lugares para el rejunte, ya no están porque les han caído con el peso
de la ley, con todo el rigor hasta llegar a la clausura, y que las opciones de
mercado tienen entradas con un valor entre 400 y 500 pesos sin consumición,
ásperas al bolsillo de un pibe de la casa.
Que por lo general esos lugares quedan cerca
del Centenario y que sienten la presión de estar siendo arriados a lugares
donde está todo bien porque nunca tienen controles, ni problemas con el
mandamás de turno, aunque por lo general no son del gusto de la mayoría.
Papá, la única chance que hay es “careta”,
el boliche que vas lo cierran y te empujan a ir a dónde ellos quieren, te
obligan a pagar casi 500 mangos y no te dan nada, ni un trago, yo prefiero éste
tipo de fiestas que si se ponen pesadas te vas a y no tenés dramas.
El padre se puede suponer que conoce todo,
porque eso lo vivió, pero no le dan los argumentos de su época para conocer a
ciencia cierta la noche, simplemente pensar que crio a un hombre que empieza a
conocer la noche, aquella que ya tiene otro color, similar pero diferente a la
que conoció en su juventud.
Sabe que sigue teniendo la misma rebeldía
de aquellos tiempos pero con distintos actores. Pero como cambian actores, el
reparto es generoso y mantiene a viejo protagonistas cercanos al poder, que la
quieren toda junta, y que no tienen una oferta que contengan a cientos de
chicos que simplemente quieren tener una noche de diversión.
Avanzar con las clausuras ante la proliferación
de fiestas clandestinas obliga a las autoridades a redoblar esfuerzo ante la
lucha de la clandestinidad que en la ciudad de La Plata se llevó puesta a una
chica hace casi un año.
Fueron 365 días sin que se aprenda nada.
Porque no existe aún el replanteo de las plazas disponibles para contener a los
pibes de la ciudad universitaria, se avanzan con la clausura, pero poco se ha
avanzado en la contención. Menos mal que el Municipio tiene una dirección de la
Juventud, que quizás está para otros temas y no para estudiar lo que viene
sucediendo.