Un aniversario con mucho en el Haber y poco en el Debe



   Pasan los años y Villa Elvira crece. Nada más. Crece pero no avanza. El Banco, las cloacas, la 90, el Aeropuerto, los cajeros, las obras hidráulicas, los destacamentos, el traslado de la Delegación, las cámaras de seguridad, la Escuela Secundaria Básica no aparecen.
   No es un mal de estos años, viene de arrastre. Lamentablemente se nota y se notó por años la desmedida voluntad gubernamental de premiar la entrada y postergar la salida. Mientras que los barrios del norte de la ciudad reciben la modernización en primer término, las sobras van para la cola.
   Villa Elvira es eso. El patio de atrás de la casa. Mira impávida la obra del arroyo el Gato mientras hace que no llueva para que no se desborde el Maldonado. Le han mentido con el Aeropuerto, con la 90. Le venden una remodelación de la avenida 7, como el progreso, pero en realidad garantiza un mejor loteo en una prima lejana que tiene a sus espaldas y que le abrió la puerta al Procrear, como lo es Sicardi, que de a poco logró más en los últimos 10 años que la localidad centenaria.
   Los micros siguen pasando llenos, las calles se deshacen, las cámaras de seguridad brillan por su ausencia,  los pozos se desmoronan, la basura abunda y la idea de un vecino educado parece ser un cuento de historia, más que una realidad. 
    Alcanza con recorrer la 96 o la 604 para ver el desgaste del distrito en dos calles troncales de los barrios de Montoro y  aeropuerto. y Montoro.
    Muchos se golpearon el pecho por años por Villa Elvira, pero no conviven con la realidad, la mayoría de sus dirigentes viven en el centro y la zona norte. Abajo quedó una raza de trabajo, empuje y militancia, que creció con el egoísmo de los mayores, pero con la capacidad de saber que si se juntan la localidad sale adelante.
   Gran parte de lo que le pasa tiene que ver con la pasividad del vecino que no disfruta de Villa Elvira. Quizás un estudio sociológico podrá desmarañar el por qué se la vive pero no se la disfruta. Si tendrá que ver su arraigo y descendencia del Ferrocarril o los laburantes del Puerto o del Swiff, todos de paso, todos alejados, con estadios cortos en sus hogares, solo para descansar.
   La administración de intendente, Julio Garro, y de Federico Mollá, aún tiene el crédito que le brindó la última elección, pero ese prestigio se empieza gastar en el mismo momento que las cosas no encuentran solución.