La delincuencia, siempre atenta a sacar provecho de la gente más desprotegida, volvió a golpear. Esta vez mediante un engaño por teléfono, menos desesperante que el clásico secuestro virtual, pero igual de efectivo. Fue el miércoles al mediodía, cuando sonó el teléfono en la casa de una jubilada de 87 años.
La mujer atendió y del otro lado le habló una chica que se hizo pasar por su nieta. Le dijo que estaba apurada, en el banco. La víctima nunca reparó en que, de ser cierto, la otra persona no podría estar hablándole desde un celular.
Así el intercambio siguió unos momentos. La delincuente le dijo que era una de sus nietas. “¿Cuál de las dos?”, preguntó la abuela en su único rapto de desconfianza. “La preferida”, le contestaron. De ahí en más, el engaño se fue afianzando en la charla. Luego, la falsa nieta le pasó el teléfono a un hombre.
“ESOS BILLETES YA NO SIRVEN”
La mentira consistió en convencer a la jubilada que los billetes de 100 pesos actuales “pierden validez”. “Ahora esos billetes no sirven, hay que cambiarlos”, le repitieron. El que lo decía era, esta vez, un hombre, que hacía las veces de empleado de un banco.
Para aumentar más la tensión y la confusión en ella, los delincuentes no le permitieron nunca cortar la llamada, contó Raúl, el hijo de la víctima.
Los ladrones consiguieron su objetivo. Un hombre alto y esbelto llamó a la puerta del domicilio de la abuela, en 1 entre 73 y 74, a los pocos minutos de terminada esa comunicación.
Ella lo recibió y le entregó un paquete con toda la plata que tenía a su alcance, mezcla de su jubilación y de algo que tenía ahorrado, dijeron fuentes policiales.
Raúl estimó que a su madre le quitaron alrededor de 11 mil pesos. No hubo hacia ella ningún ataque ni manifestación de violencia. Como si se tratara de algo automático, la víctima “recién cayó en lo que había pasado cuando le dio la plata. Ahí le agarró un ataque”, aseguró su hijo.
Lo único que se sabe del asaltante de camisa y pantalón de vestir es que se escapó en un auto gris. La mujer desconocía por completo la marca y el modelo.
“Encima no le quisieron tomar la denuncia en la comisaría 8ª porque le dijeron que eso es una estafa y se denuncia en otro lugar”, señaló Raúl, sin tener en claro dónde debía hacerse la presentación.
Cuando comience la investigación por el hecho, lo más probable es que los detectives se apoyen en las cámaras de seguridad que hay en un negocio aledaño.
Allí podría comprobarse lo que sospechan algunos voceros: “Todo el engaño se hizo desde el auto que estaba parado a metros de la casa de la víctima”.
La modalidad recuerda a la de los secuestros virtuales, también orientada a atacar a personas mayores. La mentira en esos casos solía ser mucho más grave: algún familiar directo había sido raptado y para liberarlo sano y salvo se debía desembolsar una cantidad importante de plata.
Esos engaños telefónicos se cobraron decenas de víctimas en la Región en los últimos años. La mujer a la que le robaron el miércoles también había sufrido esa ola delictiva. “Dos o tres veces la llamaron, hace un año, pero no le sacaron nada porque los atendí yo y les corté”, recordó Raúl. Esta vez, sin nadie que la ayudara, ganaron los ladrones.