Otra vez, un grupo de ladrones aprovechó que una familia
estaba fuera de su casa por los festejos navideños e irrumpió en el domicilio
para desvalijarlo. Pero tal vez por apuro o, algo de impericia, terminó por
llevarse menos de lo que tenía preparado. Sí consiguió algo invisible para sus
intereses delictivos: dejar a una familia muy asustada y obligada a enrejarse.
En los primeros minutos de la madrugada de ayer, las víctimas regresaron desde
Parque Sicardi hasta su casa de 2 entre 79 y 80, en Villa Elvira.
Ni bien abrieron la puerta descubrieron que un plasma estaba
fuera de lugar y adivinaron el resto: “Ahí nomás me di cuenta de que nos habían
robado”, aseguró Guillermo. Cuando recorrieron la vivienda pudieron reconstruir
el trayecto de los ladrones: primero saltaron la medianera de un vecino y
después forzaron el ventiluz de un baño de la planta alta. Los delincuentes -no
se sabe cuántos fueron- no dejaron ni un rincón sin revisar. Tras su paso,
quedaron cajones tirados y hojas desparramadas. “No parecía nuestra casa”,
describió Liliana, la otra dueña de la casa. “Buscaban plata, eso es seguro.
Encontraron 10 mil pesos que teníamos para pagar algunas
cuentas y para los gastos del resto de las Fiestas”, agregó la mujer en diálogo
con este medio. Los delincuentes tuvieron preparado un bolso con las otras pertenencias
para llevarse: zapatillas, ropa, una cámara digital, un celular y joyas. Pero
no alcanzaron a robárselo, debido a que apareció todo abandonado en el techo de
un vecino. “Se ve que no se lo pudieron llevar. Tal vez por el apuro, puede ser
que hayan visto que llegábamos y se fueron rápido”, especuló Guillermo. Fue muy
poco lo que la Policía Científica pudo aclarar al respecto. En un televisor que
también estuvieron a punto de llevarse, los ladrones dejaron algunas huellas
digitales sobre la pantalla. “Pero cuando hicieron la prueba con polvillo, no
pudieron sacar nada de información”, señaló el hombre.
CAMBIO DE HABITOS
Lejos parecen haber quedado para el matrimonio los tiempos
en los que podían sentarse en la vereda a tomar algo con los vecinos. “Hace
tres años que el barrio se puso tremendo”, evaluaron. Puertas adentro también
se empieza a evidenciar ese cambio de hábito: “Ahora voy a tener que poner
rejas por todos lados. Voy a enjaularme como un león”, comparó Guillermo. No es
para menos. Este episodio, aunque no los encontró a ellos cara a cara con los
delincuentes, los dejó con miedo para los meses que siguen. “Sentimos una
mezcla de desesperación e impotencia, porque tampoco sabemos de qué forma
protegernos o ir a trabajar tranquilos”, cerró Liliana.