El ladrón vio o le avisaron que la familia estaba llegando a
la casa. Por eso tuvo que interrumpir el robo y escaparse de nuevo por el
techo. De ahí saltó a otro lote y se subió al Mercedes Benz, donde lo estaba
esperando un cómplice. Tres metros más abajo, al nivel de la vereda, estaba
llegando el matrimonio y sus dos hijas. Eran las 21.15 de un domingo que
parecía no depararles nada inesperado. De hecho, todos entraron a la casa y no
notaron nada extraño, hasta que llegaron a una de sus habitaciones de la planta
alta.
Todo pasó en 74 entre
121 y 122, como anticipó este medio en su edición de ayer. Los ladrones “deben
haber hecho algún trabajo de inteligencia”, estimó Sergio Alonso (41), dueño de
la finca, porque supieron cuál era el sitio por el que podían irrumpir. Y
eligieron la claraboya del baño. El único delincuente que se arrojó a entrar
alcanzó a revisar una habitación. Lo único de valor que encontró y se robó fue
una cámara de fotos.
Para Sergio, también buscaba plata. “Pero no tuvo mucho
tiempo de revisar más. Mi cuarto estaba hecho un desastre, todo revuelto, pero
en el resto de la casa no anduvo el ladrón”, contó el hombre. Afuera, un vecino
esperaba un remís. El vio a un extraño que salía del techo de la casa de al
lado y a los saltos cayó de nuevo en la vereda. Tenía poco más de 20 años, pelo
enrulado y una mochila colgada. Rápido, el delincuente fue hasta un auto
Mercedes Benz azul y con patente terminada en 725, según lo que alcanzó a ver
ese testigo.
El cómplice aceleró y ambos se escaparon en segundos. Lo que
no vio el vecino pero luego pudieron establecer los peritos fue que el ladrón
también tenía guantes en las manos para no dejar ni una huella. A pesar de eso,
los policías que revisaron la casa intentaron recoger otros indicios del
delincuente. Antes, el personal de la jurisdicción salió a recorrer el barrio y
las zonas aledañas, sin éxito en su búsqueda del auto. Por una mala racha o por
la constancia con la que los ladrones castigan ese sector de Villa Ponsati, a
Sergio le habían robado hace un mes y medio en la puerta de su casa.
Y se trató de un asalto en el que por poco no lo lastiman de
gravedad. Mientras estaba parado en la calle, se le aparecieron dos
delincuentes que lo increparon y le exigieron su celular. Para sacarle el
teléfono, primero le dieron dos trompadas y después estuvieron a punto de
romperle una botella en la cara. El panorama habitual, según vecinos, se
completa con algunos robos callejeros.