EL CENTRO CULTURAL QUE NO FUE


     No hace falta un lugar físico para desarrollar una actividad política, social, cultural o barrial. El encierro del alma o la libertad del pensamiento son límites para la militancia. Un día, un “Diputado” me definió como un rebelde. Le contesté que el día que pierda mi rebeldía, ese día, iba a estar muerto.
     Identificaciones, etiquetas, rótulos. Fijan posiciones. Crean ataduras ficticias. Te obligan a pensar igual y te posicionan contra una forma de ver las cosas de manera diferente con cierto resquemor. Luego repetimos como loritos la línea única.
     Como no me voy a equivocar yo en elegir si se han equivocado millones de argentinos que entendieron y confiaron de la misma manera que yo lo hice. Unos desde la inacción, yo lamentablemente desde la acción y con el viejo libretito que entendí que era la militancia, el pensamiento único, la enseñanza del viejo. Pero los tiempos han cambiado y mucho. Las cosas han cambiado tanto. “El caballo es el mismo, lo que cambia es la montura” me dijo un viejo peronista que defendía a CFK y hoy se planta en la vereda del PJ opositor criticando lo mismo que me defendía.
      La identidad o la identificación política es borrosa si se pierde de vista para qué uno hace política. Para quiénes o para quién es la búsqueda del bien común. Unos están para permanecer eternamente, mimetizándose con cada corriente que pase cerca y que le garantice mantener el puesto. Otros en cambio seguimos pensando en la modificación de lo que hay para garantizar un futuro mejor a nuestros hijos.
      Me acerqué a un grupo de amigos, no los puedo definir de otra manera, en barrio Monasterio, para mantener, forjar y posicionar un Centro Cultural que pudiera llegar a brindar un aporte diferente al  común del lugar. No se dio. Y no se dio por la sencilla razón que no se pudo sostener el alquiler. Por un lado un sindicato naval con asiento en capital no cumplió su parte. Por otro, desde la intendencia de La Plata o mejor dicho, Gabriel Bruera, no cumplió con su obligación.
     Terminado el ciclo del techo propio: la actividad barrial y social va a continuar, no se termina en la mentira estatal o privada. Cada uno de los “actores” que por allí pasamos lo haremos desde nuestro lugar y desde nuestras convicciones. Creo que algunos ya están en el FPV a través Unidos y Organizados, y otros se integraron al massismo. Y yo seguiré trabajando desde mis convicciones, desde donde me sienta más cómodo. Desde donde sienta que puedo ser útil y que tenga ganas de hacer algo. No tengo etiquetas ni sellos. No persigo un tótem. Ni le creo a un único orador. Me seguiré equivocando, soy  humano, y el que esté libre que tire la primera piedra.