Así surge del último censo elaborado por el Indec. En La Plata, 2 de cada 10 casas no accede al gas de red, y se estima que una de cada cinco familias de la Región habita en hogares que carecen de infraestructura básica
Se viene la noche en 5 y 618 y Gustavo F. sonríe de cara a un cielo rojizo y amigable. “Esta noche aguantamos -dice con gesto triunfal-. La leña me la guardo para cuando haga más chucho. Por ahora, si no baja mucho, aguantamos. Tengo una garrafita pero la tenemos que hacer durar todo el invierno. A esa le vamos a entrar para cuando haya heladas”.
Gustavo habla con tonada correntina y sus cuatro hijos lo escuchan con atención suprema. En esa casilla de la periferia todos saben que el frío es cosa seria y que el invierno de noche se hace más invierno. La garrafa de diez kilos apenas alcanza para llegar a un mes y la leña se prende sólo si las chapas onduladas se escarchan.
De lo contrario se aguanta. Como se aguanta a veces el hambre y aguantan tantos en esa barriada castigada.
Gustavo y sus hijos aguantan. Su casita de paredes de chapa y piso de tierra es una de las tantas de la Región que no están conectadas a la red de gas natural. Se calcula que el 22% de los hogares platenses no tiene el servicio. Y en las zonas más pobres del Gran La Plata, lugares como el de Gustavo y sus hijos, la Encuesta Permanente de Hogares del Indec dice que sólo el 46% tiene acceso al gas de red.
El resto aguanta. Como se aguanta no tener agua corriente o una cloaca para vivir con dignidad.
SIN SERVICIOS
En un contexto donde se vuelve a hablar de la posibilidad concreta de acceder a una vivienda por parte de miles de argentinos, no deja de resultar llamativo y acaso contradictorio los datos difundidos esta semana por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa) en base a los últimos dos censos realizados en el país, los cuales vienen a demostrar que la mitad de las viviendas en todo el territorio nacional carece de infraestructura básica.
En nuestra provincia, siguiendo las mediciones oficiales, está claro que las políticas estatales no han logrado solucionar cuestiones tan elementales como el de una cloaca para un barrio. De los poco menos de cinco millones de hogares que hay en la Provincia, dice el Indec, más de 2 millones y medio actualmente no tienen cloacas y más de un millón no accede al agua corriente.
Dicho en términos prácticos: aguantan.
Los propios números oficiales ponen al descubierto la gravedad de la situación en buena parte del país: según los últimos dos censos de población y vivienda del Indec, de hecho, surge que en el 2001 el 85% de los hogares argentinos declaraba tener agua de red, mientras que en la medición del 2010 el 84% manifestó tener este servicio. En 2001, en tanto, se detectó que el 55% de las viviendas tenía cloaca con conexión a red, mientras que en el año 2010 este porcentaje bajó al 53%. Y en lo que hace al gas de red, en el 2001 el 65% declaraba acceder a ese servicio al tiempo que, llamativamente, en el último censo sólo el 56% manifestó estar conectado a la red.
A nivel provincial, el deterioro en el sistema gasífero también se torna evidente: mientras que en 2001 había 3.071.660 casas que tenían gas de red, casi una década después el número de casas con ese servicio apenas trepó a 3.110.444, lo que significa que en diez años tan sólo 38.784 casas pudieron acceder al tendido de gas, en lo que representa un efímero aumento del uno por ciento.
En números concretos, actualmente la Provincia cobija 1.679.040 hogares que no acceden al servicio, contra las casi 846 mil viviendas que no lo hacían en 2001.
“Los datos son muy sugerentes -sostienen en Idesa-. En la década que pasó el país disfrutó de un contexto de bonanza económica inédita, pero el acceso a servicios básicos no mejoró y, en algunos casos, experimentó sensibles caídas como es el caso del gas de red. Una evidencia contundente es que luego de varios años de disfrutar de un entorno económico muy favorable, más de 5 millones de hogares todavía carecen de alguno de los servicios básicos”.
Desde el organismo encargado en comparar las últimas dos mediciones nacionales, sus técnicos aseguran que este cuadro de carencias indica “que el problema no es sólo la falta de prestamos para que familias compren un terreno y construyan su vivienda. Una cuestión previa, y no menos importante, es que el Estado no está haciendo las inversiones para que las viviendas cuenten con todos los servicios básicos necesarios”.
PRECARIEDAD
Lo que dicen en Idesa se hace ejemplo en historias como las de Gustavo, muchas de las cuales son postales cotidianas en la periferia de la Ciudad. Postales donde el frío se vuelve un enemigo sin piedad y el GLP, ese combustible al que de tan incorporado a sus vidas miles de familias no apuntan en su lista de preocupaciones, se convierte en una suerte de bien preciado y casi inalcanzable. Villa Elvira, Los Hornos, Altos de San Lorenzo, Gorina, Hernández o La Cumbre son sólo algunos de los tantos lugares de la Región donde el servicio sigue sin golpear a la puerta de los hogares.
Si bien el último censo aún no difundió un diagnóstico preciso de la situación habitacional de La Plata, la Encuesta Permanente de Hogares del Indec sirve para trazar un panorama bastante aproximado. En base a esos datos, en Idesa detallan que una de cada cuatro viviendas en el país pueden ser consideradas precarias dado el material de construcción, la ubicación, el nivel de hacinamiento y los servicios con que cuenta, al tiempo que esa precaridad habitacional alcanza a poco más del 17% en el Gran La Plata.
Los datos entran en sintonía con los difundidos recientemente por “Un techo para mi país”, una ONG internacional que realizó un relevamiento de asentamientos informales en nuestra región. Según ese trabajo, en La Plata, Berisso y Ensenada hay un total de 127 asentamientos, los cuales en su mayoría se encuentran en Melchor Romero y Los Hornos. El número de familias que viven en esa situación informal es de 18.867, es decir que casi 19 mil familias de esta zona viven sin al menos uno de los servicios básicos. Si se toman también los municipios de Berisso y Ensenada, apunta el informe, la cantidad de familias en estas condiciones supera las 28 mil.
La falta de gas natural es, como se dijo, un lugar común en las casillas que se levantan en la periferia y un problema que muestra su cara más difícil ante la llegada del invierno.
A falta de red, la estufa eléctrica, la garrafa o la leña son los salvavidas que nadie puede dejar de tener en el cinturón pobre que rodea al casco urbano. Algo de eso también señala el trabajo de la ONG, según el cual el 91% de los asentamientos platenses accede al servicio de energía eléctrica pero sólo el 23% lo abona y tiene medidor.
“Esta baja cantidad de viviendas con acceso regular a la energía eléctrica -señalan los responsables del estudio-, representa una problemática importante para los habitantes de los asentamientos, ya que sin la facturación de luz se dificulta demostrar la residencia prolongada en el terreno”. Además, agregan, “denota la peligrosidad de una conexión precaria al sistema de electricidad, que trae consigo incendios y accidentes domésticos”.
EL PROBLEMA DEL AGUA
Aunque en menor intensidad, la falta de agua corriente en muchas casas es otra de las postales de este drama bajo techo. De acuerdo a las propias mediciones del Indec en los últimos dos censos, en la Provincia unas 975 mil casas no tenían este servicio en 2001, mientras que las viviendas que dijeron carecer de agua en el relevamiento del 2010 llegaron a 1.192.897.
En lo que hace a los desagües domiciliarios, como se dijo, las cifras oficiales elaboradas por el Indec y difundidas esta semana por Idesa ponen en evidencia que actualmente en nuestra provincia son más los hogares que no tienen cloacas que los que sí las tienen.
El trazo fino de las estadísticas, concretamente, dice que hay 2.278.609 viviendas que cuentan con el servicio, en tanto que un total de 2.510.085 casas no acceden al servicio de cloacas.
En La Plata el panorma no es más alentador. Según el relevamiento realizado por “Un techo para mi país” en 127 asentamientos informales, se detectó que sólo el 5% de estos lugares cuenta con acceso a red cloacal, en tanto que “un 87% lo hace por cámara séptica o pozo negro (que no siempre se encuentran en condiciones reglamentarias). A ello se suma el 8% restante, donde las excretas son eliminadas directamente a arroyos, zanjas u otros lugares sin ningún tipo de planificación”.
Dicho otra vez en términos pràcticos: son miles de vecinos que aguantan. Resisten a la miseria desde la miseria y tratan cómo pueden de seguir sus vidas del modo más digno posible.
“Analizando cada servicio en particular -detalla el informe de la ONG en una de sus conclusiones-, observamos que el 66% de los asentamientos de La Plata tiene acceso al agua corriente. Del 34% restante, la mayoría es por medio de perforaciones. Sea cual fuere el modo de provisión de agua, la forma predominante de acceso a la misma es por cañería dentro de las viviendas (53%). El restante 47% de las viviendas lo hace ya sea por una canilla dentro (27%) o fuera (15%) del terreno”.
A Gustavo y otros miles no hace falta darles detalles porque los conocen de memoria. Los sufren. Son ellos los numeritos sin vos que reflejan las cifras. Numeritos que esconden historias. Sin gas. A veces sin agua. O sin cloacas. Pero ahí están, sumando para la estadística y haciendo lo que ya conocen de memoria: aguantar, aguantar y aguantar.
Gustavo habla con tonada correntina y sus cuatro hijos lo escuchan con atención suprema. En esa casilla de la periferia todos saben que el frío es cosa seria y que el invierno de noche se hace más invierno. La garrafa de diez kilos apenas alcanza para llegar a un mes y la leña se prende sólo si las chapas onduladas se escarchan.
De lo contrario se aguanta. Como se aguanta a veces el hambre y aguantan tantos en esa barriada castigada.
Gustavo y sus hijos aguantan. Su casita de paredes de chapa y piso de tierra es una de las tantas de la Región que no están conectadas a la red de gas natural. Se calcula que el 22% de los hogares platenses no tiene el servicio. Y en las zonas más pobres del Gran La Plata, lugares como el de Gustavo y sus hijos, la Encuesta Permanente de Hogares del Indec dice que sólo el 46% tiene acceso al gas de red.
El resto aguanta. Como se aguanta no tener agua corriente o una cloaca para vivir con dignidad.
SIN SERVICIOS
En un contexto donde se vuelve a hablar de la posibilidad concreta de acceder a una vivienda por parte de miles de argentinos, no deja de resultar llamativo y acaso contradictorio los datos difundidos esta semana por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa) en base a los últimos dos censos realizados en el país, los cuales vienen a demostrar que la mitad de las viviendas en todo el territorio nacional carece de infraestructura básica.
En nuestra provincia, siguiendo las mediciones oficiales, está claro que las políticas estatales no han logrado solucionar cuestiones tan elementales como el de una cloaca para un barrio. De los poco menos de cinco millones de hogares que hay en la Provincia, dice el Indec, más de 2 millones y medio actualmente no tienen cloacas y más de un millón no accede al agua corriente.
Dicho en términos prácticos: aguantan.
Los propios números oficiales ponen al descubierto la gravedad de la situación en buena parte del país: según los últimos dos censos de población y vivienda del Indec, de hecho, surge que en el 2001 el 85% de los hogares argentinos declaraba tener agua de red, mientras que en la medición del 2010 el 84% manifestó tener este servicio. En 2001, en tanto, se detectó que el 55% de las viviendas tenía cloaca con conexión a red, mientras que en el año 2010 este porcentaje bajó al 53%. Y en lo que hace al gas de red, en el 2001 el 65% declaraba acceder a ese servicio al tiempo que, llamativamente, en el último censo sólo el 56% manifestó estar conectado a la red.
A nivel provincial, el deterioro en el sistema gasífero también se torna evidente: mientras que en 2001 había 3.071.660 casas que tenían gas de red, casi una década después el número de casas con ese servicio apenas trepó a 3.110.444, lo que significa que en diez años tan sólo 38.784 casas pudieron acceder al tendido de gas, en lo que representa un efímero aumento del uno por ciento.
En números concretos, actualmente la Provincia cobija 1.679.040 hogares que no acceden al servicio, contra las casi 846 mil viviendas que no lo hacían en 2001.
“Los datos son muy sugerentes -sostienen en Idesa-. En la década que pasó el país disfrutó de un contexto de bonanza económica inédita, pero el acceso a servicios básicos no mejoró y, en algunos casos, experimentó sensibles caídas como es el caso del gas de red. Una evidencia contundente es que luego de varios años de disfrutar de un entorno económico muy favorable, más de 5 millones de hogares todavía carecen de alguno de los servicios básicos”.
Desde el organismo encargado en comparar las últimas dos mediciones nacionales, sus técnicos aseguran que este cuadro de carencias indica “que el problema no es sólo la falta de prestamos para que familias compren un terreno y construyan su vivienda. Una cuestión previa, y no menos importante, es que el Estado no está haciendo las inversiones para que las viviendas cuenten con todos los servicios básicos necesarios”.
PRECARIEDAD
Lo que dicen en Idesa se hace ejemplo en historias como las de Gustavo, muchas de las cuales son postales cotidianas en la periferia de la Ciudad. Postales donde el frío se vuelve un enemigo sin piedad y el GLP, ese combustible al que de tan incorporado a sus vidas miles de familias no apuntan en su lista de preocupaciones, se convierte en una suerte de bien preciado y casi inalcanzable. Villa Elvira, Los Hornos, Altos de San Lorenzo, Gorina, Hernández o La Cumbre son sólo algunos de los tantos lugares de la Región donde el servicio sigue sin golpear a la puerta de los hogares.
Si bien el último censo aún no difundió un diagnóstico preciso de la situación habitacional de La Plata, la Encuesta Permanente de Hogares del Indec sirve para trazar un panorama bastante aproximado. En base a esos datos, en Idesa detallan que una de cada cuatro viviendas en el país pueden ser consideradas precarias dado el material de construcción, la ubicación, el nivel de hacinamiento y los servicios con que cuenta, al tiempo que esa precaridad habitacional alcanza a poco más del 17% en el Gran La Plata.
Los datos entran en sintonía con los difundidos recientemente por “Un techo para mi país”, una ONG internacional que realizó un relevamiento de asentamientos informales en nuestra región. Según ese trabajo, en La Plata, Berisso y Ensenada hay un total de 127 asentamientos, los cuales en su mayoría se encuentran en Melchor Romero y Los Hornos. El número de familias que viven en esa situación informal es de 18.867, es decir que casi 19 mil familias de esta zona viven sin al menos uno de los servicios básicos. Si se toman también los municipios de Berisso y Ensenada, apunta el informe, la cantidad de familias en estas condiciones supera las 28 mil.
La falta de gas natural es, como se dijo, un lugar común en las casillas que se levantan en la periferia y un problema que muestra su cara más difícil ante la llegada del invierno.
A falta de red, la estufa eléctrica, la garrafa o la leña son los salvavidas que nadie puede dejar de tener en el cinturón pobre que rodea al casco urbano. Algo de eso también señala el trabajo de la ONG, según el cual el 91% de los asentamientos platenses accede al servicio de energía eléctrica pero sólo el 23% lo abona y tiene medidor.
“Esta baja cantidad de viviendas con acceso regular a la energía eléctrica -señalan los responsables del estudio-, representa una problemática importante para los habitantes de los asentamientos, ya que sin la facturación de luz se dificulta demostrar la residencia prolongada en el terreno”. Además, agregan, “denota la peligrosidad de una conexión precaria al sistema de electricidad, que trae consigo incendios y accidentes domésticos”.
EL PROBLEMA DEL AGUA
Aunque en menor intensidad, la falta de agua corriente en muchas casas es otra de las postales de este drama bajo techo. De acuerdo a las propias mediciones del Indec en los últimos dos censos, en la Provincia unas 975 mil casas no tenían este servicio en 2001, mientras que las viviendas que dijeron carecer de agua en el relevamiento del 2010 llegaron a 1.192.897.
En lo que hace a los desagües domiciliarios, como se dijo, las cifras oficiales elaboradas por el Indec y difundidas esta semana por Idesa ponen en evidencia que actualmente en nuestra provincia son más los hogares que no tienen cloacas que los que sí las tienen.
El trazo fino de las estadísticas, concretamente, dice que hay 2.278.609 viviendas que cuentan con el servicio, en tanto que un total de 2.510.085 casas no acceden al servicio de cloacas.
En La Plata el panorma no es más alentador. Según el relevamiento realizado por “Un techo para mi país” en 127 asentamientos informales, se detectó que sólo el 5% de estos lugares cuenta con acceso a red cloacal, en tanto que “un 87% lo hace por cámara séptica o pozo negro (que no siempre se encuentran en condiciones reglamentarias). A ello se suma el 8% restante, donde las excretas son eliminadas directamente a arroyos, zanjas u otros lugares sin ningún tipo de planificación”.
Dicho otra vez en términos pràcticos: son miles de vecinos que aguantan. Resisten a la miseria desde la miseria y tratan cómo pueden de seguir sus vidas del modo más digno posible.
“Analizando cada servicio en particular -detalla el informe de la ONG en una de sus conclusiones-, observamos que el 66% de los asentamientos de La Plata tiene acceso al agua corriente. Del 34% restante, la mayoría es por medio de perforaciones. Sea cual fuere el modo de provisión de agua, la forma predominante de acceso a la misma es por cañería dentro de las viviendas (53%). El restante 47% de las viviendas lo hace ya sea por una canilla dentro (27%) o fuera (15%) del terreno”.
A Gustavo y otros miles no hace falta darles detalles porque los conocen de memoria. Los sufren. Son ellos los numeritos sin vos que reflejan las cifras. Numeritos que esconden historias. Sin gas. A veces sin agua. O sin cloacas. Pero ahí están, sumando para la estadística y haciendo lo que ya conocen de memoria: aguantar, aguantar y aguantar.