La abanderada que enorgullece a la Ciudad


La de Rosita es una de esas historias que vale la pena contar. Es -como destacó EL DIA el sábado pasado- la abanderada de la Escuela Nº 23 de Villa Montoro. Pero, a sus 11 años, también es un ejemplo de esfuerzo y tenacidad verdaderamente conmovedor. La publicación de su caso, de hecho, provocó un fuerte impacto. Vive en medio del campo, en una vivienda humilde y sin electricidad. Es la novena de diez hermanos. Y todos los días se levanta a las 5:30 de la madrugada, recorre cuatro kilómetros en bicicleta y luego toma el micro hasta el colegio. Estudia a la luz de la vela. No faltó nunca y tiene un promedio de 9,86. EL DIA compartió con ella una jornada completa La columna sobre el abanderado de la semana que publicó este diario el sábado pasado conmovió a la Ciudad. Literalmente. La breve reseña sobre Rosa Cappelletti, la pequeña de 11 años que porta la bandera argentina en la Escuela 23 de Villa Montoro merced a un promedio de 9,86, movilizó a decenas de personas a contactarse con el colegio y su familia para felicitarlos y ofrecerles todo su apoyo. La niña que vive en medio del campo sin electricidad, que estudia a la luz de una vela, que recorre varios kilómetros en bicicleta por un camino poco menos que intransitable para ir al colegio, que tiene asistencia perfecta y que sus docentes definen, por sobre todas las cosas, a partir de su “humildad” y “generosidad”, emergió como un ejemplo de que es posible, aún en “tiempos revueltos”, vivir con una pureza e integridad absolutas pese a tener que enfrentar cada día múltiples adversidades. Y así vive la familia Cappelletti. Rosita -como la llaman- es tímida, sencilla, respetuosa y dueña de una sonrisa que se le borra muy pocas veces. Hoy cursa 6° grado. Es la novena de diez hermanos, 8 de los cuales fueron a la Escuela 23. Ahora quedan ella y Federico, de 9 años. Entre su casa de 122 y 670, en Villa Garibaldi, y el colegio de 7 y 601, hay otro establecimiento educativo. “Los mayores, María Isabel (31) y Arnaldo (28), fueron allí. Pero no nos convencía. Queríamos la mejor educación para los chicos, y encontramos en la escuela de Villa Montoro lo que buscábamos”, comenta Rosa Delgado, su mamá