Espléndido, con un espíritu que sorprende, Alfredo Romero llegó ayer al siglo de vida. Aunque nació en Berisso y recuerda una infancia plena de río, inmigrantes y frigoríficos, con tantos años de vecino en Villa Elvira se siente "un platense más", hecho que reconfirma cuando habla con pasión de Gimnasia, el equipo de sus amores.
Hijo de una ama de casa y un obrero de los frigoríficos, mayor de diez hermanos, en su ciudad natal vivió hasta promediar la primaria. Luego, en 1940, los Romero se mudaron a una quinta de 7 y 120, y allí, mientras completaba 5º grado en una escuela que ya no funciona, trabajó ayudando a su padre en la producción hortícola. Asentado definitivamente en La Plata, en la localidad de Villa Elvira formó un hogar y se forjó un destino.
Hace 64 años que Alfredo está casado con Irma Salerno (83). Con ella tuvo a su hijo Jorge. Trabajó durante 30 años en la antigua y ya desaparecida ferretería Argentina, con un tradicional local en 49 y diagonal 80. En ese negocio se encargaba de los repartos hasta que se jubiló.
Atípico respecto a otros hombres y mujeres de su edad, no lo gana la nostalgia. Al contrario, fervoroso defensor de los avances y el progreso celebra la actual fisonomía de la Ciudad. "Cuando era chico el barrio Aeropuerto era todo campo. Me gusta cómo ha cambiado; está lleno de casas y de gente que vive ahí -compara-. La Plata está muy linda".
Conversador e inquieto, dice que en esta etapa de su vida se aburre. Con un ímpetu increíble, preferiría trabajar en lugar de estar jubilado. "Pero mi familia no me deja hacer nada", reclama, a lo que su esposa responde: "ya hizo mucho; es tiempo de descansar".
Por lo pronto, está entusiasmado con la celebración de la centuria. Mañana lo homenajearán en un restaurante su familia y los allegados más cercanos. "Vamos a ser como 50 personas", cuenta eufórico por el inminente festejo.
Hijo de una ama de casa y un obrero de los frigoríficos, mayor de diez hermanos, en su ciudad natal vivió hasta promediar la primaria. Luego, en 1940, los Romero se mudaron a una quinta de 7 y 120, y allí, mientras completaba 5º grado en una escuela que ya no funciona, trabajó ayudando a su padre en la producción hortícola. Asentado definitivamente en La Plata, en la localidad de Villa Elvira formó un hogar y se forjó un destino.
Hace 64 años que Alfredo está casado con Irma Salerno (83). Con ella tuvo a su hijo Jorge. Trabajó durante 30 años en la antigua y ya desaparecida ferretería Argentina, con un tradicional local en 49 y diagonal 80. En ese negocio se encargaba de los repartos hasta que se jubiló.
Atípico respecto a otros hombres y mujeres de su edad, no lo gana la nostalgia. Al contrario, fervoroso defensor de los avances y el progreso celebra la actual fisonomía de la Ciudad. "Cuando era chico el barrio Aeropuerto era todo campo. Me gusta cómo ha cambiado; está lleno de casas y de gente que vive ahí -compara-. La Plata está muy linda".
Conversador e inquieto, dice que en esta etapa de su vida se aburre. Con un ímpetu increíble, preferiría trabajar en lugar de estar jubilado. "Pero mi familia no me deja hacer nada", reclama, a lo que su esposa responde: "ya hizo mucho; es tiempo de descansar".
Por lo pronto, está entusiasmado con la celebración de la centuria. Mañana lo homenajearán en un restaurante su familia y los allegados más cercanos. "Vamos a ser como 50 personas", cuenta eufórico por el inminente festejo.