Según los relatos que se sucedieron en el tiempo dice así:
"Un día antes del año 1603, un indio cristiano escultor de profesión, había ido al bosque en busca de barro. Unos integrantes de la aldea enemiga del indio cristiano, los Mbayaes, en un momento se toparon con éste y los persiguieron con intención de matarlo.
El indio en grave peligro subió a un frondoso y gran árbol. Una vez en la copa prometió a la Santísima Virgen, que si lo salvaba de aquel peligro tallaría una imagen de la Virgen con el madero de dicho árbol.
Por obra divina, el devoto indio se vio librado de caer en manos enemigas y, fiel a su promesa, poco después llevo a cabo su promesa y realizó una imagen de la Inmaculada Concepción, que se destinó en un principio al culto privado pero que, luego, con el transcurrir del tiempo comenzó a ser públicamente venerada, para poder auxiliar a los necesitados y limpiar las lágrimas de los afligidos.
Pero ya en el año 1603 el pequeño lago de Tapaicúa se desbordó en inundó el valle Pirayú. A raíz de la tragedia, los habitantes del lugar llamaron al misionero franciscano Fray Luis de Bolaños, famoso por haber hecho manar una fuente milagrosa con sólo golpear las peñas con un crucifijo.
El Franciscano se presentó en el lugar de la catástrofe y, en presencia de la muchedumbre, logró que las aguas se serenasen. Así, las aguas bajaron y el Valle recobró su aspecto anterior. A partir de entonces aquel lago tomó el nombre de Ypacarai que mantiene hasta nuestros días.
Mientras el Santo varón daba las gracias al cielo, la gente del pueblo se había acercado a las orillas del lago, y observaron un objeto flotando sobre las aguas. Uno de los pobladores se lanzó al agua y recogió el objeto misterioso llevándolo hasta la playa. Era un cobre de cuero en forma cilíndrica. Lo abrieron y allí estaba: "Una imagen milagrosa", La Santísima Virgen". Era la imagen de la Inmaculada Concepción en una madera artísticamente tallada.
Según cuentan los relatos de la época, se cree que el piadoso escultor se ahogó en las embravecidas aguas ya que nunca nadie volvió a reclamar la imagen.
A partir de entonces, la Virgencita pasó por numerosos lugares y manos. Hasta que por fin, en 1765, consiguió tener su Santuario que aún se mantiene en la actualidad. Por allí, todos los 8 de diciembre desfilan miles de personas de la comunidad Paraguaya para rendirle su homenaje a la Virgen de los Milagros de Caacupé.
La palabra Caacupé es más que significativa ya que quiere decir: “detrás de los montes” y recuerda de esta forma aquel pedido que hizo el indio cristiano, quien después cumplió su promesa. En la actualidad miles de personas también se hacen la promesa, de ir en peregrinaje, hasta la basílica de Caacupé. Allí, se encuentran para agradecer a la Virgen, y mantener la fe en una fiesta que se ha convertido en uno de los eventos del Paraguay.
"Un día antes del año 1603, un indio cristiano escultor de profesión, había ido al bosque en busca de barro. Unos integrantes de la aldea enemiga del indio cristiano, los Mbayaes, en un momento se toparon con éste y los persiguieron con intención de matarlo.
El indio en grave peligro subió a un frondoso y gran árbol. Una vez en la copa prometió a la Santísima Virgen, que si lo salvaba de aquel peligro tallaría una imagen de la Virgen con el madero de dicho árbol.
Por obra divina, el devoto indio se vio librado de caer en manos enemigas y, fiel a su promesa, poco después llevo a cabo su promesa y realizó una imagen de la Inmaculada Concepción, que se destinó en un principio al culto privado pero que, luego, con el transcurrir del tiempo comenzó a ser públicamente venerada, para poder auxiliar a los necesitados y limpiar las lágrimas de los afligidos.
Pero ya en el año 1603 el pequeño lago de Tapaicúa se desbordó en inundó el valle Pirayú. A raíz de la tragedia, los habitantes del lugar llamaron al misionero franciscano Fray Luis de Bolaños, famoso por haber hecho manar una fuente milagrosa con sólo golpear las peñas con un crucifijo.
El Franciscano se presentó en el lugar de la catástrofe y, en presencia de la muchedumbre, logró que las aguas se serenasen. Así, las aguas bajaron y el Valle recobró su aspecto anterior. A partir de entonces aquel lago tomó el nombre de Ypacarai que mantiene hasta nuestros días.
Mientras el Santo varón daba las gracias al cielo, la gente del pueblo se había acercado a las orillas del lago, y observaron un objeto flotando sobre las aguas. Uno de los pobladores se lanzó al agua y recogió el objeto misterioso llevándolo hasta la playa. Era un cobre de cuero en forma cilíndrica. Lo abrieron y allí estaba: "Una imagen milagrosa", La Santísima Virgen". Era la imagen de la Inmaculada Concepción en una madera artísticamente tallada.
Según cuentan los relatos de la época, se cree que el piadoso escultor se ahogó en las embravecidas aguas ya que nunca nadie volvió a reclamar la imagen.
A partir de entonces, la Virgencita pasó por numerosos lugares y manos. Hasta que por fin, en 1765, consiguió tener su Santuario que aún se mantiene en la actualidad. Por allí, todos los 8 de diciembre desfilan miles de personas de la comunidad Paraguaya para rendirle su homenaje a la Virgen de los Milagros de Caacupé.
La palabra Caacupé es más que significativa ya que quiere decir: “detrás de los montes” y recuerda de esta forma aquel pedido que hizo el indio cristiano, quien después cumplió su promesa. En la actualidad miles de personas también se hacen la promesa, de ir en peregrinaje, hasta la basílica de Caacupé. Allí, se encuentran para agradecer a la Virgen, y mantener la fe en una fiesta que se ha convertido en uno de los eventos del Paraguay.