La ingratitud y la mezquindad de los medios con sus periodistas
La Sociedad Interamericana de Prensa ha enviado a los medios una denuncia para lograr apoyo en la investigación de un periodista colombiano asesinado años atrás, según se observa en otra nota de este mismo website.
La denuncia, por un momento, hace reflexionar sobre cómo tratan las redacciones a sus muertos, secuestrados, heridos, algunos humillados con traslados bochornosos y otros echados de sus propias filas sin explicación algunaNo es difícil averiguarlo tan pronto se leen las necrológicas, los espacios dedicados a los hombres y mujeres de prensa atacados por bandas y gobiernos tiránicos, los asesinados en sociedades conflictuadas, los secuestrados, los encarcelados en regímenes dictatoriales. Los medios tienen, generalmente, dos actitudes con sus periodistas fallecidos o agredidos.
Si pertenecen a la élite de la Dirección del medio, aparecen con cierta frecuencia en sus páginas. Si forman parte del grueso de la Redacción, el trato consiste en publicar el hecho una o dos veces y luego el medio se olvida definitivamente de su gente.
Nunca más la Redacción recordará a la mayor parte de sus auxiliares fallecidos, ni siquiera cuando los familiares de algunos llaman al medio para gestionar un justo homenaje.
En los casos de secuestros, encarcelamientos, torturas, el protagonista desaparece de los medios tan pronto se produce un desenlace. La condena al autor no siempre cuenta con espacios debidos. Los medios consideran que, para estos menesteres están las asociaciones gremiales y profesionales. No hacen "familia" de sus pérdidas personales. El caso excepcional fue el asesinato del reportero gráfico Cabezas, aunque pasan meses sin que nadie recuerde que los autores del asesinato gozan de regímenes penales de privilegio otorgados por ley del Congreso e interpretación favorable de jueces.
Corresponsales de guerra
Otra actitud que pone los pelos de punta es el de enviar a corresponsales a frentes de guerra, con el pretexto de que son los propios periodistas los que ofrecen realizar esas tareas.
A partir del momento que el corresponsal decide arriesgar su pellejo, se hace responsable de las consecuencias. La hipócrita respuesta de sus jefes en cuanto a esta última condición, no los libra de responsabilidad al producirse un desenlace fatal. El corresponsal de “Clarín” estuvo en el hotel que, en pleno centro de la capital irakí, bombardeó un tanque estadounidense. Hubo muertos y heridos, y él corresponsal tuvo la fortuna de salvarse.
La corresponsal de “La Nación” trató de no correr riesgos y preservar la vida. Fue una decisión inteligente.
Permitir que un periodista entre en el crater por aquello de que la crónica de la lava y el fuego se describe con mayor autenticidad, es confesar que a la dirección de “Clarín” poco le importó la vida de su hombre en Irak.
La “siberia”, un castigo aberrante
He trabajados en varios medios y he visto castigos increibles de “siberia”. La “siberia” consiste en derivar al periodista cuestionado, de la noche a la mañana y sin ninguna explicación como en el mejor régimen castrense, de una sección jerarquizada a otro sector de escasísima importancia. El objetivo es humillar al periodista y obligarlo a renunciar. No le cambian el horario ni le rebajan el sueldo. Lo maltratan con el poder que otorga el mando en las formas más sutiles y refinadas, incluidas las inquisitorias que provienen del Vaticano, como las castrenses que enseñan las fuerzas militares. Un excelente crítico de cine, por algún error que nunca percibió y fue considerado "castigable" se encontró un día corrigiendo pruebas de página en un sucio lugar del taller de impresión. Otro experto en cuestiones políticas fue trasladado a sección “sociales”, un lugar de dudosa jerarquía periodística. Allí estuvo hasta que dejó el diario o "lo dejaron", nunca se aclaró.
En mi caso le hice juicio a la empresa por “daño moral” y la Justicia, en primera y segunda instancia, falló en mi favor. El fallo sentó jurisprudencia y decenas de periodistas, en similar situación, ganaron sus respectivos juicios. El caso se publicó en varios medios. No, por supuesto, en el diario donde yo había actuado 15 años. Torpezas de altos funcionariosEl caso actual de los periodistas en Casa de Gobierno, donde el matrimonio Kirchner desde hace casi cinco años aplica a la prensa un trato similar a los peores regímenes africanos y asiáticos, no siempre es respaldado por los medios, por aquello de que siempre están en riesgo de perder millones de pesos en avisos oficiales. En otros tiempos, y con dictadores militares en la Casa Rosada, los periodistas respondían a su manera y con sus recursos. Una de estas reacciones de rebeldía era no dar prensa, tanto a los funcionarios como al propio presidente de facto. Durante uno de estos gobiernos había un coronel en el área de Informaciones que se divertía “gastando” con desprecio a la gente de prensa, tratando de domesticarlos como práctica de insulto. Todos los años las fuerzas armadas daban a conocer los ascensos. Diarios como “La Nación” y “La Prensa” acostumbraban a dar la nómina completa, con la cual ocupaban una página con nombres y jerarquías. Otros medios publicaban los cargos más altos. Los periodistas de Casa de Gobierno se pusieron de acuerdo y en la lista enviada a taller tacharon el nombre de este coronel ascendido a general. Ningún medio publicó su ascenso. Después de todo no era un tema periodistico sino de relaciones públicas.
Otro de los recursos al escribir una nota, era publicar el cargo, no el nombre del funcionario. Por ejemplo, “el ministro del Interior”, sin añadir el nombre propio del ministro, secretario o director. Hoy día el nombre de quienes atacan o insultan a los periodistas no sólo se reiteran 10 veces en cada nota, sino que se les hace entrevistas por cualquier tontería sin jerarquía informativa. Uno de los casos muy evidentes –entre otros más gruesos y torpes-, es el de las entrevistas al piquetero D´Elía que publica “La Nación”. Medios y gente de prensa sin reacciónCuando Kirchner días atrás, como ex Presidente, llamó en dos ocasiones a conferencia de prensa, habida cuenta que trató durante cuatro años de manera despótica a los periodistas, ningún medio debió enviar a su cronista y reportero gráfico a cubrir la nota. En la misma medida que un Presidente no recibe a los periodistas, es claro y contundente que tampoco recibe a los medios. Un alto funcionario que no recibe a la prensa es porque le teme o tiene mucho que tapar.
Convertir a la gente de prensa en sirviente de un jefe de partido, no es servir a la noticia ni al interés público. El periodista es un servidor público, no sirviente de nadie. Observar en los últimos días que ciertos periodistas andan detrás de la Presidenta para mendigar una primicia y que la jefa del Estado elude al periodista mientras repite la letanía de “gracias”, “gracias”, es una experiencia que lastima a propios y extraños en cualquier redacción del país.Los periodistas, cuando fueron convocados por Kirchner, debieron haber apelado a cualquier excusa para no sentarse frente a quien no ahorra ocasión para agredirlos y descalificarlos. Concurrieron a la conferencia y una vez más Kirchner les cobró peaje como un vulgar piquetero. Una gran dosis de masoquismo caracteriza a estos "encuentros".
Cuánto cuesta ser libre e independienteCuando los medios “defienden” a sus periodistas con claudicantes actitudes como las apuntadas, y al mismo tiempo se enorgullecen de hacer “periodismo independiente”, la confusión aumenta y los jóvenes que se inician en esta profesión consideran, debe suponerse, que estas son las reglas de juego y hay que acatarlas si se aspira a continuar en funciones. Algunos de ellos recuperarán algún día la estima y el libre albedrío, y al mismo tiempo deberán enfrentar esa entramada maraña de “gratitudes” de la empresa informativa.
En algún momento, puede ocurrirle, que todos los años dedicados y todo lo bien que hizo por “su” diario, “su” radio, “su” canal, no será suficiente para evitar que lo degraden sin que jamás se entere a quién, dentro y fuera del medio, agravió con su comentario. El riesgo latente de perder el cargo se puede reducir a la mínima expresión, tratando de “surfear” sobre palabras y conceptos, en lugar de nadar en aguas profundas de dignidad y autorespeto. WWW. tdperiodismo.com/
Teódulo Domínguez Ex La Nación, Clarín, The San Diego Union, California
La Sociedad Interamericana de Prensa ha enviado a los medios una denuncia para lograr apoyo en la investigación de un periodista colombiano asesinado años atrás, según se observa en otra nota de este mismo website.
La denuncia, por un momento, hace reflexionar sobre cómo tratan las redacciones a sus muertos, secuestrados, heridos, algunos humillados con traslados bochornosos y otros echados de sus propias filas sin explicación algunaNo es difícil averiguarlo tan pronto se leen las necrológicas, los espacios dedicados a los hombres y mujeres de prensa atacados por bandas y gobiernos tiránicos, los asesinados en sociedades conflictuadas, los secuestrados, los encarcelados en regímenes dictatoriales. Los medios tienen, generalmente, dos actitudes con sus periodistas fallecidos o agredidos.
Si pertenecen a la élite de la Dirección del medio, aparecen con cierta frecuencia en sus páginas. Si forman parte del grueso de la Redacción, el trato consiste en publicar el hecho una o dos veces y luego el medio se olvida definitivamente de su gente.
Nunca más la Redacción recordará a la mayor parte de sus auxiliares fallecidos, ni siquiera cuando los familiares de algunos llaman al medio para gestionar un justo homenaje.
En los casos de secuestros, encarcelamientos, torturas, el protagonista desaparece de los medios tan pronto se produce un desenlace. La condena al autor no siempre cuenta con espacios debidos. Los medios consideran que, para estos menesteres están las asociaciones gremiales y profesionales. No hacen "familia" de sus pérdidas personales. El caso excepcional fue el asesinato del reportero gráfico Cabezas, aunque pasan meses sin que nadie recuerde que los autores del asesinato gozan de regímenes penales de privilegio otorgados por ley del Congreso e interpretación favorable de jueces.
Corresponsales de guerra
Otra actitud que pone los pelos de punta es el de enviar a corresponsales a frentes de guerra, con el pretexto de que son los propios periodistas los que ofrecen realizar esas tareas.
A partir del momento que el corresponsal decide arriesgar su pellejo, se hace responsable de las consecuencias. La hipócrita respuesta de sus jefes en cuanto a esta última condición, no los libra de responsabilidad al producirse un desenlace fatal. El corresponsal de “Clarín” estuvo en el hotel que, en pleno centro de la capital irakí, bombardeó un tanque estadounidense. Hubo muertos y heridos, y él corresponsal tuvo la fortuna de salvarse.
La corresponsal de “La Nación” trató de no correr riesgos y preservar la vida. Fue una decisión inteligente.
Permitir que un periodista entre en el crater por aquello de que la crónica de la lava y el fuego se describe con mayor autenticidad, es confesar que a la dirección de “Clarín” poco le importó la vida de su hombre en Irak.
La “siberia”, un castigo aberrante
He trabajados en varios medios y he visto castigos increibles de “siberia”. La “siberia” consiste en derivar al periodista cuestionado, de la noche a la mañana y sin ninguna explicación como en el mejor régimen castrense, de una sección jerarquizada a otro sector de escasísima importancia. El objetivo es humillar al periodista y obligarlo a renunciar. No le cambian el horario ni le rebajan el sueldo. Lo maltratan con el poder que otorga el mando en las formas más sutiles y refinadas, incluidas las inquisitorias que provienen del Vaticano, como las castrenses que enseñan las fuerzas militares. Un excelente crítico de cine, por algún error que nunca percibió y fue considerado "castigable" se encontró un día corrigiendo pruebas de página en un sucio lugar del taller de impresión. Otro experto en cuestiones políticas fue trasladado a sección “sociales”, un lugar de dudosa jerarquía periodística. Allí estuvo hasta que dejó el diario o "lo dejaron", nunca se aclaró.
En mi caso le hice juicio a la empresa por “daño moral” y la Justicia, en primera y segunda instancia, falló en mi favor. El fallo sentó jurisprudencia y decenas de periodistas, en similar situación, ganaron sus respectivos juicios. El caso se publicó en varios medios. No, por supuesto, en el diario donde yo había actuado 15 años. Torpezas de altos funcionariosEl caso actual de los periodistas en Casa de Gobierno, donde el matrimonio Kirchner desde hace casi cinco años aplica a la prensa un trato similar a los peores regímenes africanos y asiáticos, no siempre es respaldado por los medios, por aquello de que siempre están en riesgo de perder millones de pesos en avisos oficiales. En otros tiempos, y con dictadores militares en la Casa Rosada, los periodistas respondían a su manera y con sus recursos. Una de estas reacciones de rebeldía era no dar prensa, tanto a los funcionarios como al propio presidente de facto. Durante uno de estos gobiernos había un coronel en el área de Informaciones que se divertía “gastando” con desprecio a la gente de prensa, tratando de domesticarlos como práctica de insulto. Todos los años las fuerzas armadas daban a conocer los ascensos. Diarios como “La Nación” y “La Prensa” acostumbraban a dar la nómina completa, con la cual ocupaban una página con nombres y jerarquías. Otros medios publicaban los cargos más altos. Los periodistas de Casa de Gobierno se pusieron de acuerdo y en la lista enviada a taller tacharon el nombre de este coronel ascendido a general. Ningún medio publicó su ascenso. Después de todo no era un tema periodistico sino de relaciones públicas.
Otro de los recursos al escribir una nota, era publicar el cargo, no el nombre del funcionario. Por ejemplo, “el ministro del Interior”, sin añadir el nombre propio del ministro, secretario o director. Hoy día el nombre de quienes atacan o insultan a los periodistas no sólo se reiteran 10 veces en cada nota, sino que se les hace entrevistas por cualquier tontería sin jerarquía informativa. Uno de los casos muy evidentes –entre otros más gruesos y torpes-, es el de las entrevistas al piquetero D´Elía que publica “La Nación”. Medios y gente de prensa sin reacciónCuando Kirchner días atrás, como ex Presidente, llamó en dos ocasiones a conferencia de prensa, habida cuenta que trató durante cuatro años de manera despótica a los periodistas, ningún medio debió enviar a su cronista y reportero gráfico a cubrir la nota. En la misma medida que un Presidente no recibe a los periodistas, es claro y contundente que tampoco recibe a los medios. Un alto funcionario que no recibe a la prensa es porque le teme o tiene mucho que tapar.
Convertir a la gente de prensa en sirviente de un jefe de partido, no es servir a la noticia ni al interés público. El periodista es un servidor público, no sirviente de nadie. Observar en los últimos días que ciertos periodistas andan detrás de la Presidenta para mendigar una primicia y que la jefa del Estado elude al periodista mientras repite la letanía de “gracias”, “gracias”, es una experiencia que lastima a propios y extraños en cualquier redacción del país.Los periodistas, cuando fueron convocados por Kirchner, debieron haber apelado a cualquier excusa para no sentarse frente a quien no ahorra ocasión para agredirlos y descalificarlos. Concurrieron a la conferencia y una vez más Kirchner les cobró peaje como un vulgar piquetero. Una gran dosis de masoquismo caracteriza a estos "encuentros".
Cuánto cuesta ser libre e independienteCuando los medios “defienden” a sus periodistas con claudicantes actitudes como las apuntadas, y al mismo tiempo se enorgullecen de hacer “periodismo independiente”, la confusión aumenta y los jóvenes que se inician en esta profesión consideran, debe suponerse, que estas son las reglas de juego y hay que acatarlas si se aspira a continuar en funciones. Algunos de ellos recuperarán algún día la estima y el libre albedrío, y al mismo tiempo deberán enfrentar esa entramada maraña de “gratitudes” de la empresa informativa.
En algún momento, puede ocurrirle, que todos los años dedicados y todo lo bien que hizo por “su” diario, “su” radio, “su” canal, no será suficiente para evitar que lo degraden sin que jamás se entere a quién, dentro y fuera del medio, agravió con su comentario. El riesgo latente de perder el cargo se puede reducir a la mínima expresión, tratando de “surfear” sobre palabras y conceptos, en lugar de nadar en aguas profundas de dignidad y autorespeto. WWW. tdperiodismo.com/
Teódulo Domínguez Ex La Nación, Clarín, The San Diego Union, California